Inés. Santa
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   Virgen y mártir romana del siglo IV. Se la consideró siempre como mártir de la virginidad por haber muerto por ella. Rechazó el matrimonio con el hijo del Prefecto de Roma, cuando tenía 13 años y era ya virgen consagrada en la comunidad cristiana. El pretendiente la delató como cristiana y fue conducida al fuego o tal vez decapitada. Sus restos fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés y la devoción a su figura se mantuvo desde los primeros tiempos hasta hoy.
   Fueron numerosos los poemas y panegí­ricos que la tradición la dedicó: el poeta Prudencio, San Dámaso, San Ambrosio, S. Agustín, San Gregorio Magno.
   Su nombre quedó en el canon de la misa. Todavía cada año se bendicen en su fiesta y junto a su sepulcro dos corderillos (agnes, inés, es cordero en latín), para preparar con su lana los "palliums" del Papa y de los arzobispos. La crítica moderna no ha podido desmontar la realidad de su martirio y la devoción constante que la Iglesia de Roma tributó siempre a la figura delicada de Inés.
   Buen tema para una catequesis admirable sobre el valor de la castidad y de la fortaleza en las muchachas cristianas y los resultados a donde conduce a los jóvenes lascivos los amores convertidos en odios.